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El peligro de un terapeuta que no ha recibido terapia

Actualizado: 16 oct 2019

Cuidar nuestra profesión para cuidar al paciente.



La profesión de ser terapeuta emocional a través de la Terapia Gestalt para mí es apasionante. Me permite ofrecer a los demás todo lo que he aprendido en mi andadura tanto personal como profesional. Es un regalo.


En la formación de Terapia Gestalt se nos requiere un mínimo de horas de terapia grupal, un mínimo de horas de terapia individual y un mínimo de horas de supervisión (supervisar casos concretos de nuestro quehacer profesional).


Para mí pasar por un proceso de terapia individual es indispensable para poder ejercer esta profesión. En nuestra terapia personal podemos ver nuestras resistencias, nuestras heridas, nuestros ajustes conservadores y creativos, nuestras evitaciones y sabotajes y podemos aprender a vincularnos con nuestro terapeuta de una manera sana para poder llevar ese tipo de relación a nuestra vida diaria y a nuestra profesión.


La terapia grupal que vivimos en la formación nos permite, a los terapeutas gestálticos, saber qué lugar ocupamos en el mundo, cómo nos relacionamos con nuestros "hermanos", qué nos ocurre con nuestros padres y mostrarnos ante los demás tal y como somos, para poder llevar la aceptación que recibimos en grupo al mundo y a nuestra profesión.


La supervisión es la terapia del terapeuta. Nos ayuda a revisar qué proyectamos en el cliente, qué nos ocurre en terapia o con nuestra labor terapéutica, qué heridas han salido a la luz con cierta persona, cómo podemos mejorar la terapia... para así ofrecer una terapia lo más limpia posible de juicios, proyecciones y heridas propias no resueltas que pueden dificultar la calidad de la terapia y la salud emocional del cliente.


A veces reflexiono sobre la cantidad de terapeutas de diferentes disciplinas que acompañan a otros en su salud emocional sin haber hecho ninguna terapia psicológica ni supervisión terapéutica.


Actualmente llevo años con mi supervisora y terapeuta gestalt, y a veces he querido profundizar en aspectos concretos de mí con otros profesionales, pero me ha costado mucho encontrar las personas adecuadas porque cuando veía su bagaje personal me preguntaba...


¿Cómo puede alguien acompañarme en mi rabia contenida si no sabe gestionar ni expresar la suya?


¿Cómo puede un profesional acompañarme en el dolor que siento por la ausencia emocional de mi madre si no ha experimentado en su piel y su corazón ni ha trabajado el dolor de la ausencia de su propia madre?


¿Cómo puedo fiarme de alguien que no consulta con otros profesionales o no se revisa a él/ella mism@ sus proyecciones en terapia?



El peligro de acompañar a otros sin haber recibido terapia y sin supervisar casos es la posibilidad de hacer daño, por ausencia o acción, a la persona que viene a consulta.

Cuando establecemos un vínculo con alguien siempre existe el riesgo de hacer o recibir daño del otro con nuestras acciones, palabras o actitudes. Y en el vínculo terapéutico también existe esa posibilidad.


El vínculo que el cliente establece con el terapeuta es una repetición del vínculo que tuvo con sus progenitores, por lo que haber trabajado nosotros esos vínculos con nuestro terapeuta, nos permitirá ofrecer el vínculo amoroso y acogedor que el cliente nunca tuvo y que necesita para convertirse en el adulto que es.


Si no trabajamos nosotros nuestros vínculos primarios, tenderemos a repetirlos con el cliente que viene a consulta.


Nuestra responsabilidad como terapeutas es trabajar nuestros asuntos para relacionarnos desde nuestra verdad y ser esencial con el otro lo máximo que podamos.


Obviamente, nadie tiene todos los asuntos de su vida resueltos, y para ello existe la supervisión terapéutica: para seguir aprendiendo, sanando y sabernos humanos.



Los terapeutas necesitan ser primero pacientes. Deben, en el sentido ético del deber, saber lo que les va a ocurrir a sus pacientes. Guillermo Borja.

La persona que viene a terapia necesita, mayormente, sentirse acompañada por el terapeuta. Para ofrecer una buena calidad y que la terapia sea efectiva, necesitaremos trabajar el lugar que ocupamos en nuestro sistema familiar.


Si no trabajamos con nuestro sistema familiar de origen, podemos caer en el peligro de ser amigos del cliente o de ocupar un rol que no nos corresponde como su madre, padre, hermana...


Con la cual cosa, tenderemos a repetir con el cliente nuestro patrón familiar de salvadores por ejemplo y seguramente el cliente repetirá su patrón de víctima. O nos posicionaremos como madre de la persona dándole todo y más y el cliente seguirá siendo un niño sin posibilidad de crecer. Este tipo de vínculo terapéutico nos puede agotar y hasta enfermar.


Por lo que, es importantísimo que cuando elijamos a un terapeuta que nos acompañe en nuestro camino, tenga el suficiente trabajo emocional y personal que nos aporte confianza para emprender nuestro camino de transformación.


Recuerda que el cliente llega hasta donde ha llegado el terapeuta.



Si eres profesional de la ayuda y quieres realizar supervisión terapéutica, ponte en contacto conmigo.


Sandra Gamero

Terapeuta Gestalt y Formadora profesional

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